martes, noviembre 14, 2006

algo que sale cuando uno menos lo planea

Tus zapatos siguen llenos de lluvía... Por más que los sacudas se empeñan en empaparse y, ¿sabes qué? No es fácil caminar con los pies mojados. En el fondo, seguimos siendo los mismos que caminan bajo la lluvia cuando nadie los ve. Pero luego siempre quedan las pisadas. Aunque intentes limpiarte la suela tantas veces al franquear la puerta. Seguirás leyendo "Bienvenida" al quitar los pies. Seguirás dejando tus pisadas como siempre has hecho. ¿O es acaso que aún no aprendí a borrar tu rastro?
No hace falta que toques el timbre, ya hace tiempo que tenes la llave. No es tu culpa que un día quisiera dártela y ahora no sepa pedírtela de vuelta. Quizá algún día cambie esa vieja cerradura. Creo que sólo se abre bien de madrugada, en un horario más propio de ladrones. Tienes el piso libre y mi habitación prestada. Yo sigo de alquiler, bajo fianza de un corazón robado.
La luz de la entrada está encendida para evitar tropiezos. Creo que ya hemos tenido suficientes. Al final del pasillo está el salón. Si quieres deja los zapatos fuera. Allí ya habrá dejado de llover. Aún recuerdo cuánto te gusta el aroma de la tierra húmeda, observar las flores mojadas bajo el halo del rocío. Mirar la luna entre las nubes y soñar que las estrellas esta noche están algo más cerca. ¿Aún sigues creyendo que podemos alcanzarlas?
Cuando vuelvas a entrar, ya sabes donde está la habitación. Sigue el pasillo corto con paredes estrechas. Hoy es tu habitación. Puedes dormir en ella. Te presto el hueco en mi cama, a mí ya sólo me ayuda a dar miles de vueltas. También puedes quedarte mi almohada, por si esta noche aún tienes sueño. Tal vez logres encontrar enredado en ella alguno de los sueños que conservas. Creo que yo ya empiezo a agotar los míos...
Ahí tienes atrapados todos los abrazos que me faltan. Quizás alguno más de los que a veces necesitas. Ya no sé calcular el número exacto que mereces. Ya me olvidé de hacerlo y ni siquiera sé cuando fue la última vez que lo intentamos... Ya no sé cómo se cuentan los sueños que aún nos quedan... Aunque si se agotaron todos, al menos ya se habrán secado tus zapatos...

snm!

jueves, noviembre 02, 2006

Una peculiar filosofía de vida, el fracaso

Hay satisfacción en el no poder, aunque no lo parezca, aunque lógicamente pueda resultar contradictorio.
Es una militancia narcisista la del fracaso y el dolor como verdad del mundo, la de la imposibilidad, la carencia, la marginalidad, el endiosamiento del caído y su desgracia. Actúa sordamente en la profundidad de nuestras personalidades, en algunas más y en otras menos, como una estrategia de frustración meritoria. Es un estado de gracia, esa vida que se desperdicia, al punto de que, en muchos casos (no todos), se prefiera realizar el gesto de rechazo del camino mundano de la felicidad posible para volver a afirmar una vez más el valor profundo de la frustración y de la pobreza.
El fracaso es una modalidad social emparentada con religiones que han construido una estructura de sentido basada en el rechazo de la sensualidad, del cuerpo y de la vida real. De esta forma, se ha preferido fabricar formatos de inmolación de fácil acceso, automática, cotidiana, a veces mínima, formas accesibles para esquivar el trabajo de ser y resultar así influido por una variante moderna y progresista de la santidad.
El fracaso es una norma, una ética, un manual de actitudes pasivas para contrarrestar el crecimiento de las acciones que inevitablemente surgen del deseo afirmado y querido. El fracaso es una orientación, un sentido para la vida, un orden, un cobijo, una manera de hacerse un lugar en medio de otros a los que no se inquieta con los deseos propios en movimiento. El fracaso arma una cofradía, una hermandad en la decepción, gran aglutinante, cemento de quietudes conjugadas que destilan la droga del resentimiento y se la aplican en forma recíproca. El fracaso es una forma de postergarse hasta la perturbación y de disfrutar del ilimitado campo de lo que pudo haber sido pero no fue, frente al cual todos somos poco, todo logro es un detalle -todo amor realizado una similitud del amor imaginado y potencial, del amor lindo de las relaciones fracasadas-, dado el tamaño de un deseo que no necesitó nunca probarse para dar lugar a un sentido. Sentido de nada, pero sentido grande, inmenso, cielo encapotado para una muerte en vida que suena a demostración de soberanía y voluntad de no transar.
El fracaso es un juego comunitario, el desafío a toda propuesta activa a mostrar su ambición con la esperanza de poder neutralizarla. El fracaso es un modo de ofrecerse en el altar de la historia, de decirles a nuestros mayores que tenían razón, que se queden tranquilos, que si ellos no lo lograron tampoco nosotros lo lograremos, que su límite era inexpugnable y que prolongaremos con nuestra incapacidad la que ellos cultivaron y padecieron. Porque la incapacidad se cultiva, se talla, esmeradamente, con paciencia, trocito a trocito, para no resaltar ni mostrarnos demasiado poderosos, felices, solventes. Para evitar ese atrevimiento de buscar y acceder al logro: ¿cómo, destacándose en un universo de estropeados, quién te creés que sos, vos, justo vos, para avanzar como si fuera posible hacerlo, para creerte valioso y capaz, para querer vivir más de lo que otros pueden o quieren vivir?
Nuestra moral de rechazo al éxito, por considerarlo superficial, frívolo, egoísta, inválido, es el fondo sobre el cual sacrificamos mil posibilidades.
Si queremos cambiar la historia, desarrollar el país, aprovechar la coyuntura actual, promover la maduración sin la cual todo crecimiento es sólo un impulso de existencia limitada, tenemos que trabajar en este trasfondo moral equívoco, desactivar el mecanismo que, sin que nos demos cuenta, nos convoca a la idolatría del desengaño.
¿Es posible? Claro que lo es, sobre todo si en vez de apuntar a la solución final, a la eliminación de todo lo problemático, entendemos y aceptamos que todo logro es parcial, y que dentro de ese universo de parcialidades hay, sin embargo, mucho por ganar.

Nunca es igual

Parece que no hay mal que resista mucho sueño y ayuno
nos dicen que hagamos otras cosas
y especialmente
que nos miremos ciertos líquidos
periódicamente
asiduamente
pero yo no conozco mal que resista
a veinte horas de sueño y un prudente ayuno
ayuno quiere decir
por ejemplo
tomar gazpacho y ajo blanco
y en invierno guisos con abundante tocino, y pan
y darse cuenta de que no siempre
que una piensa que se va a morir y que esta hecho polvo
se muere uno
y entonces si tenemos miedo
no evitamos el dolor
pero encima lo anticipamos, quiero decir...
para seguir viviendo, a veces,
con tal de estar sanos, vamos a hacernos chequeos
nos preocupamos por que nos ha salido una mancha...
un dolor, nuestra meta es vivir largo tiempo
y claro
en el fondo no pretendemos vivir largo tiempo
pretendemos vivir a secas, pretendemos vivir
si uno intenta vivir largo tiempo el día a día
se puede envenenar bastante
pero si uno no intenta cuidarse tampoco es buen plan
uno confunde la valentía con la temeridad
se granjea grandes cantidades de dolor
de modo que es muy delicado
cuentan de Alejandro que una vez
se metió en un río tumultuoso de la India
todo con barro
persiguiendo al ejercito que peleaba con el
y que cuando iban en mitad
los caballos perdieron pie
aquellas aguas estaban heladas
y se volvió a sus compañeros y les dijo
"me cago en la leche
os dais cuenta las cosas que tengo que hacer para que me tengáis respeto?"
eso pasa poco ahora, eso pasa poco ahora
Respeto, respeto, respeto...