jueves, febrero 22, 2007

La verdad sobre el “Che” Guevara o al menos la del Dr. Carlos J. Rodríguez Mansilla


No se si alguien se va a calentar en leer esto, reconozco que es algo extenso pero la cosa es muy simple: mi intención del blog no es mostrar una sola cara de la moneda, eso no sirve, sino que intento ser lo más objetivo y ofrecer a quien lea esto, distintos puntos de vista sobre diferentes situaciones.... este es uno de esos momentos en el que pongo algo con lo q no estoy de acuerdo, bien sabran algunos mi punto de vista respecto al comandante Ernesto "Che" Guevara. Para quienes no lo conocen, se los sintetizo asi: nunca creí q fuese una marioneta de nadie, un instrumento marquetinero (al menos eso nunca quiso el) ni un asesino (como si lo son todos aquellos que quieren legalizar el aborto x dar un ejemplo) sino que fue un héroe que siguio toda su vida ideales que defendía, mas alla de si estaban bien o no, de si trabajó para la KGB o para el grupo de inteligencia ruso o para quien fuese, el encontró alli albergue para sus ideales y sentido a su vida; como dije, más alla de si lo q hizo lo comparten o no, lo más heróico aca es haber buscado toda su vida complacer su corazón y su espíritu, llegar al último día de su vida, y al mirar atras, ver q lo q hizo fue lo q buscaba, sin dar su brazo a torcer, sin buscar bienes materiales, sino por pura convicción.


Bien puede verse reflejado su vida en algunas frases, q a mi entender, dejan traslucir toda una filosofía de vida...


"La revolución no se lleva en los labios para vivir de ella, se lleva en el corazón para morir por ella"


"Es mejor caminar descalzo, que robando zapatillas"


"No se vive celebrando victorias, sino superando derrotas"


"Permitidme que diga, aun a riesgo de parecer ridículo, que el verdadero revolucionario se guía por grandes sentimientos de amor"


"Seamos realistas y hagamos lo imposible"


"Si avanzo sígueme, si me detengo empújame, si retrocedo mátame"


"Si no hay café para todos, no habrá para nadie"



snm!



Aca podrán apreciar al "Che" segun el Dr. Carlos J. Rodríguez Mansilla


Nunca un agente de inteligencia fue tan promocionado internacionalmente como Ernesto “Che” Guevara. Un producto de la propaganda.

Un burgués antiperonista
Ernesto Guevara, era un joven perteneciente a la burguesía argentina que a principios de la década del ’50 compartía con la mayoría de los miembros de su clase social, el odio furibundo a Perón y al régimen peronista. Sus padres, Ernesto Guevara Lynch y Celia De la Serna, eran liberales de izquierda, simpatizantes de la República Española y de las Brigadas Internacionales a las que Franco derrotó en la Guerra Civil de España. En 1955, el padre del “Che” formó parte de los “comandos civiles”, grupos armados que actuaron en el golpe de Estado que derrocó a Perón tomando por asalto sindicatos y unidades básicas.
Para el estudiante Guevara, dada la formación recibida en su familia, el peronismo representaba “un gobierno de militares fascistas, retrógrado y reaccionario”. Eran, por otra parte, las ideas que habían sustentado los sectores universitarios de agrupaciones como la FUA, que nucleaba a radicales, socialistas y comunistas, que el régimen peronista había combatido y neutralizado, por sus tendencias izquierdizantes y porque habían apoyado a la Unión Democrática de Braden.
En ese esquema caracterizado por “la lucha contra el peronismo”, Guevara no se siente atraído por el radicalismo, al que descalifica por sus “componentes burgueses”, sino que prefiere tomar contacto con lo que considera la expresión más radicalizada de la oposición: el comunismo. Por ese tiempo, el Partido Comunista, era una minúscula expresión política, cuyas actividades eran combatidas por el régimen peronista, habida cuenta la absoluta dependencia que la agrupación tenía con una potencia extranjera: la Unión Soviética. Eva Perón había dicho: “Los comunistas atacan a un general argentino (Perón), y son sirvientes de un mariscal ruso (Stalin)”.
La ilegalidad del PC, convertía sus actividades en “clandestinas”,y se planificaban atentados contra la vida de Perón, o contra reuniones masivas del peronismo, como las explosiones con dinamita en la Plaza de Mayo colmada de obreros, el 1º de Mayo de 1953.Los responsables del partido encontraban serias dificultades para contactarse con la central de Moscú, ya que no se permitían los viajes a la URSS, ni la correspondencia con ese país, de manera que generalmente se usaba a Montevideo como “base de operaciones”, y otras veces los contactos y directivas se hacían en el triángulo Moscú-Méjico-Uruguay.
La aceptación del joven Guevara en esa hermética estructura stalinista, no fue fácil, y debió vencer la desconfianza inicial superando sucesivas pruebas de fidelidad a las que se sometió dócilmente, hasta ser finalmente admitido, siendo estudiante de Medicina.
El sistema del PC era tan estricto, que cada admisión pasaba por varios chequeos, y era aprobada o rechazada, en definitiva, por Moscú. Había dos clases de miembros del partido: los declarados y los encubiertos. De estos últimos, sólo conocían su existencia el máximo jerarca partidario en el país, y el Politburó Central del PCUS (Partido Comunista de la Unión Soviética). Las “tareas especiales” eran dirigidas por la KGB, que reemplazó a la NKVD. Ernesto Guevara pertenecía a la categoría de miembros encubiertos, para llevar a cabo “tareas especiales”. O sea, un agente de la inteligencia soviética.

Misiones secretas
De su iniciación en el comunismo, Guevara adquirió determinadas características que determinaron su esquema mental: la actividad clandestina; la planificación de atentados; el desprecio a las mayorías con la convicción de que una “minoría esclarecida y concientizada” convertida en “vanguardia revolucionaria” debería tomar el poder por la fuerza; y la dependencia con la URSS. Para la doctrina de los manuales marxistas, las masas explotadas y sumidas en la miseria, abrazarían la causa del comunismo. Pero, nada de eso ocurría en la Argentina: la economía estaba nacionalizada, se habían eliminado los trusts económicos extranjeros, y las masas de trabajadores bien remunerados gozaban de conquistas sociales, vivienda propia, vacaciones, educación, y protección del Estado, apoyando al “régimen militar y fascista” de Perón. Este cuadro de situación, echa por tierra los argumentos que presentan a Guevara como un luchador de la causa de los obreros.
A fines de 1951, la policía peronista redobla su actividad contra las actividades comunistas, y el PC decide “sacar de circulación” a varios de sus activistas.
Algunos van a países limítrofes, y Guevara parte en una misión de “reconocimiento del terreno” por países americanos. Recorre Chile, Perú, Colombia, Venezuela y Miami (EEUU), entre Diciembre de 1951 y Agosto de 1952.
A su regreso a la Argentina, informa a sus contactos con el PC acerca de sus experiencias del viaje. A partir de la Guerra de Corea, en 1950, la URSS ha entrado en la Guerra Fría contra los EEUU y quiere poner un pie en el continente americano.
En Marzo de 1953, Guevara se gradúa como médico y parte a un segundo recorrido por Bolivia, Perú, Ecuador, Nicaragua, Costa Rica, Guatemala, y Méjico.
En 1955, en Méjico, toma contacto con Raúl y Fidel Castro, quienes proyectan invadir Cuba. Se incorpora al grupo, no por casualidad, sino por sus credenciales de agente de Moscú, que viene a apoyar a Castro como “comisario político”, algo que desconoce el resto de los integrantes. Los futuros insurgentes fueron entrenados en tácticas de guerrillas por Alberto Bayo, un ex militar comunista español que había huído de España tras el triunfo de Franco. La instrucción se realiza en la hacienda Chalco, que se alquila con fondos provistos por el PC, que financia las actividades del grupo. Guevara, y no Castro, es la pieza clave del PCUS en ese esquema.
El 25 de Noviembre de 1956, los 82 miembros zarpan a bordo del buque “Granma” (abuela, en inglés), del puerto de Tuzpan. Desembarcan en Cuba el 2 de Diciembre, en una zona de pantanos, perdiendo armamento y víveres. Son descubiertos y atacados, debiendo huir. El día 5 son sorprendidos por el ejército cubano y diezmados. Sobreviven 12 hombres, que deambulan hambrientos y se internan en la Sierra Maestra. La aptitud de combate puesta de manifiesto por el grupo insurgente, era lamentable.

La toma del poder y nuevas misiones
Aislado en la Sierra Maestra, Fidel Castro y sus hombres están destinados al fracaso, pero comienzan a recibir apoyo explícito de los EEUU, que quiere sacarse de encima a Fulgencio Batista, su viejo socio, y usar al minúsculo grupo para la “tarea sucia”. La primer semana de Febrero de 1957, el diario New York Times envía a su periodista estrella, Herbert Matthews a realizar un reportaje a Castro, que se publica el 23 de Febrero. En Abril, la cadena norteamericana CBS, dispone que sus cámaras y su periodista Bob Taber viajen a Cuba y filmen una larga y elogiosa nota con Castro y sus guerrilleros, que es difundida en todos los EEUU y retransmitida al resto del mundo.
El enorme apoyo mediático ordenado por los EEUU, transformó a Castro y sus hombres en “románticos luchadores por la libertad”, creando una imagen positiva a nivel internacional. Batista advirtió que su ex socio del Norte lo abandonaba, y que sus días estaban contados. A partir de ese momento, dedicará más esfuerzos a negociar su retirada que a combatir.
En Julio de ese año, Castro asciende a Guevara al grado de “comandante”.
Guevara es el “comisario político” que ordena la ejecución de prisioneros. El líder comunista cubano, Carlos Rafael Rodríguez se reúne en Sierra Maestra con Guevara y Castro, transmitiéndoles las últimas directivas recibidas de Moscú para organizar el futuro gobierno de la isla.
Tras algunas refriegas menores con el ejército cubano, Castro y Guevara entran a La Habana en Enero de 1959. Guevara ordena ejecuciones sumarísimas, fusilando 2.500 prisioneros, y encarcelando a miles de opositores por el delito de ser “enemigos de la revolución”, que son torturados en interminables interrogatorios y sometidos a trabajos forzosos humillantes, o hacinados en prisiones insalubres a la espera de ser ejecutados.
Habida cuenta la alta jerarquía lograda por Guevara, como agente de la Inteligencia Soviética que goza de la confianza del PCUS, inmediatamente, en Junio de 1959 viaja al exterior y se entrevista con los jefes de Estado de Egipto, India, Indonesia y Yugoeslavia. Algo insólito para un extranjero (no es cubano) que formalmente no ocupa cargos de relevancia.
En realidad, es un representante de la URSS con una misión en Cuba, que viaja apadrinado por Moscú, una de las dos grandes potencias mundiales que coqueteaba, en ese momento, con los “países no alineados” que visitó Guevara sin motivo aparente.
De regreso a Cuba, es designado presidente del Banco Central. Otro pedido de Moscú. En 1960 viaja a la URSS, donde es condecorado y ascendido en la “nomenklatura” del PCUS, apareciendo en la Plaza Roja de Moscú junto a los máximos jerarcas comunistas soviéticos, ante una multitud movilizada por el aparato partidario, el 7 de Noviembre. Firma el tratado comercial y económico entre Cuba y la URSS. Recorre China Comunista, Corea del Norte, Alemania Oriental y Hungría.

El hombre de Moscú
De regreso a Cuba, impulsa la instalación de misiles soviéticos con ojivas nucleares en la isla. En 1963, Guevara unifica las fuerzas de izquierda centralizándolas en el Partido Comunista de Cuba (PCC), y pasa a liderar el organismo junto a Fidel Castro, Raúl Castro y Osvaldo Dorticós. El PCC era la máxima autoridad de Cuba. En 1964 viaja nuevamente a Moscú, donde se elabora y aprueba la teoría del “foquismo”, para usar a Cuba como base de entrenamiento y operaciones para lanzar una ofensiva en gran escala a fin de instalar focos subversivos en los países latinoamericanos. En Moscú se le encomiendan misiones en Argelia y el Congo, países que visita entre 1964 y 1965.
En Marzo de 1965 regresa a Cuba y se entrevista con Fidel y Raúl Castro, comunicándoles que la isla será usada como base del terrorismo internacional, y que debe ausentarse para cumplir en el exterior misiones ordenadas por Moscú. Al parecer esto provocó una agria discusión entre Guevara y los hermanos Castro, y un fuerte altercado con Raúl que culminó con un disparo de arma de fuego. A mediados de Abril, Guevara desaparece de Cuba, sin que Fidel Castro revele su paradero.
Guevara se instaló en el Congo, en la ciudad de Brazzaville, para supervisar operaciones de inteligencia del gobierno prosoviético congoleño, y en marzo de 1966 parte a París y Praga. En Checoeslovaquia se reúne con el dirigente del PC boliviano Roberto “Coco” Peredo, para organizar el plan de guerrillas en Bolivia.
En Agosto ingresa a ese país con un pasaporte falso uruguayo a nombre de Adolfo Mena, y (extrañamente) obtiene del gobierno militar del General René Barrientos una credencial que lo acredita como “observador de la OEA”. Algo difícil de creer, ya que, obviamente, los militares bolivianos deben haber chequeado la identidad con las autoridades de la OEA, organismo controlado por los EEUU, y en contacto con la CIA. ¿Dejó la CIA que Guevara ingresara a Bolivia? La verdadera identidad de Guevara, debió quedar al descubierto con la simple toma de sus impresiones dactilares al solicitar la credencial al gobierno militar boliviano, que tenía un buen sistema de seguridad y estaba en contacto con la CIA.
Tampoco está claro como fue posible que ingresaran a Bolivia quince comandantes y capitanes cubanos, veteranos de Sierra Maestra, todos fichados por la CIA, y guerrilleros peruanos y argentinos, y que Guevara recorriera libremente el país contactándose con grupos comunistas para instalar la guerrilla. Ha de tenerse en cuenta que el gobierno militar boliviano, anticomunista, ejercía un estricto control sobre todas las actividades que se realizaban en su territorio, así como sobre el ingreso y salida de extranjeros.
También llama la atención que el PC boliviano no apoyó a Guevara en su proyecto de guerrillas, sino que dejó a sus miembros “en libertad de acción” para incorporarse o no a la insurgencia, a pesar de que “el Che” invoca cumplir órdenes de Moscú. El máximo responsable del PC boliviano, Mario Monje, viajó a Cuba y planteó a Castro sus objeciones, pero el cubano se lavó las manos. Sugestivamente, Monje volvió a Bolivia y se reunió con Guevara en la base guerrillera de Santa Cruz, exigiendo la jefatura político-militar del movimiento, invocando tener la máxima jerarquía del PC boliviano, pero “el Che” manifiesta que su misión fue encomendada por el PCUS.


La huída
A partir de ese momento, el PC boliviano deja de abastecer a los guerrilleros de Guevara, que se encuentran aislados y sin logística. Comienzan las delaciones y el grupo insurgente es detectado y perseguido por tropas del ejército boliviano. El desempeño militar de Guevara y sus hombres es pésimo: no logra reunir más de 60 hombres, muchos de ellos extranjeros; carece de víveres y ropa; no tiene contacto con las ciudades; las poblaciones son hostiles y los delatan; varios de los guerrilleros se ahogan al vadear un río por no saber nadar.
En una constante huída, la guerrilla se divide en dos columnas. Una de ellas es alcanzada por el ejército boliviano, y son abatidos todos sus integrantes, entre ellos la guerrillera argentina Tania Laura Gutiérrez Bauer y el comandante cubano Juan Vitalio Acuña.
Guevara, que sigue huyendo con su columna, llega a la Quebrada del Yuro, y es delatado por los campesinos, que se supone iba a liberar. El 8 de Octubre, Guevara se rinde ante las tropas bolivianas que lo atacan, mientras su lugarteniente, el “Inti” Peredo huye con el resto de los guerrilleros.
Al entregarse a las tropas bolivianas, el “Che” dice: “Soy el comandante Guevara”, a los efectos de salvar su vida, porque sabe que un hombre de su jerarquía en el PCUS es más valioso vivo que muerto, y que el Capitán Gary Prado, al mando de la compañía que lo apresó, dará la novedad a sus superiores.
Es llevado a una escuela en el pueblo vecino de Higueras.
Según relata el cubano anticastrista Félix Rodríguez, que trabajaba para la CIA, fue esa noche a ver a Guevara para confirmar su identidad. Contra toda lógica, se dice que Guevara no fue interrogado, algo que a todas luces suena absurdo por la enorme importancia de la información que tenía Guevara. La otra hipótesis es que fue interrogado, y la información que aportó, transmitida a alguna central (¿CIA, gobierno boliviano?), provocó que se considerara conveniente ejecutarlo en el lugar, de inmediato. Según los relatos, fue ejecutado a las 10.40 horas del 9 de Octubre.
Hay muchas piezas que no cierran en este rompecabezas.
¿Guevara, agente de la inteligencia soviética, fue enviado por Moscú a Bolivia para llevar a cabo una misión condenada al fracaso de antemano? ¿Esto no fue negociado entre Castro y el PCUS? ¿Querían Fidel Castro y la URSS sacarse de encima a un agente que ya no les interesaba? ¿Por qué el PC boliviano (dependiente de la URSS) no apoyó a Guevara, enviado de Moscú? ¿Cómo pudieron entrar Guevara y sus hombres a Bolivia sin problemas, en pleno gobierno militar? ¿Fue interrogado Guevara luego de entregarse?
¿A quien le interesaba que Guevara no hablara? ¿Hubo comunicación directa secreta entre Washington y Moscú por el teléfono rojo, para acordar que Guevara fuera silenciado?
¿Por qué la URSS no hizo valer su enorme peso para canjear a Guevara y salvarle la vida, como hizo con innumerables casos? ¿Por qué el General René Barrientos murió misteriosamente al poco tiempo al explotar su avión?
Lo cierto es que a partir de ese momento, el comunismo montó su maquinaria de propaganda transformando a Guevara en el “guerrillero heroico”, y su retrato, estampado en posters impresos en EEUU, comenzaron a inundar las universidades y locales izquierdistas de todo el mundo. Hoy, pocos son los que conocen la verdadera historia de Guevara, pero el efecto propagandístico se ha logrado.
Evidentemente, eso prueba que era más útil muerto que vivo.
Algo que les suele suceder a los “topos” y agentes, a veces marionetas manejadas por los hilos de los servicios de inteligencia de las superpotencias.

domingo, febrero 18, 2007

Diego Armando Maradona



Si bien no me considero un fanático total del fútbol, no quisiera dejar de reconocer, como tendría que hacer cada uno de los argentinos, al más grande deportista de nuestra historia nacional y del fútbol, dejando de lado su vida personal, plagada de tropiezos y errores como la de cada uno de nosotros, para de esta manera poder admirar las maravillas que logró un simple hombre salido de una villa miseria... por esto, y dedicado especialmente a quienes sienten un gran aprecio, amor o como quieran decirle, x el fútbol y por el Diego, les dejo este texto de un grande de la literatura uruguaya.... y bueno, quienes me conocen sabrán entender que si bien lo más representativo hubiese sido poner una foto de Diego jugando al fútbol, esto lo considero mucho más grande: por un lado, Charly y Diego, dos potencias juntas; por el otro, charly colocandole a Diego un brazalete Say No More.... da para pensar, qu´ñe fue lo ue quizo decir con eso el genio..



MARADONA (por E. Galeano)
Jugó, venció, meó, perdió. El análisis delato efedrina y Maradona acabó de mala manera su Mundial del 94. La efedrina, que no se considera droga estimulante en el deporte profesional de los Estados Unidos y de muchos otros países, está prohibida en las competencias internacionales.
Hubo estupor y escándalo. Los truenos de la condenación moral dejaron sordo al mundo entero, pero mal que bien se hicieron oír algunas voces de apoyo al ídolo caído. Y no sólo en su dolorida y atónita Argentina, sino en lugares tan lejanos como Bangladesh, donde una manifestación numerosa rugió en las calles repudiando a la FIFA y exigiendo el retorno del expulsado. Al fin y al cabo, juzgarlo era fácil, y era fácil condenarlo, pero no resultaba tan fácil olvidar que Maradona venía cometiendo desde hacía años el pecado de SER EL MEJOR, el delito de denunciar a viva voz las cosas que el poder manda a callar y el crimen de jugar con la zurda, lo cual, según el Pequeño Larousse Ilustrado, significa «con la izquierda» y también significa «al contrario de como se debe hacer».
Diego Armando Maradona nunca había usado estimulantes, en vísperas de los partidos, para multiplicarse el cuerpo. Es verdad que había estado metido en la cocaína, pero se dopaba en las fiestas tristes, para olvidar o ser olvidado, cuando ya estaba acorralado por la gloria y no podía vivir sin la fama que no lo dejaba vivir. Jugaba mejor que nadie a pesar de la cocaína, y no por ella.
Él estaba agobiado por el peso de su propio personaje. Tenía problemas en la columna vertebral, desde el lejano día en que la multitud había gritado su nombre por primera vez. Maradona llevaba una carga llamada Maradona, que le hacía crujir la espalda. El cuerpo como metáfora: le dolían las piernas, no podía dormir sin pastillas. No había demorado en darse cuenta de que era insoportable la responsabilidad de trabajar de dios en los estadios, pero desde el principio supo que era imposible dejar de hacerlo. «Necesito que me necesiten», confesó, cuando ya llevaba muchos años con el halo sobre la cabeza, sometido a la tiranía del rendimiento sobrehumano, empachado de cortisona, analgésicos y ovaciones, acosado por las exigencias de sus devotos y por el odio de sus ofendidos.
El placer de derribar ídolos es directamente proporcional a la necesidad de tenerlos. En España, cuando Goicoechea le pegó de atrás y sin la pelota y lo dejó fuera de las canchas por varios meses, no faltaron fanáticos que llevaron en andas al culpable de este homicidio premeditado, y en todo el mundo sobraron gentes dispuestas a celebrar la caída del arrogante sudaca intruso en las cumbres, el nuevo rico ése que se había fugado del hambre y se daba el lujo de la insolencia y la fanfarronería.
Después, en Nápoles, Maradona fue santa Maradona y san Gennaro se convirtió en san Gennarmando. En las calles se vendían imágenes de la divinidad de pantalón corto, iluminada por la corona de la Virgen o envuelta en el manto sagrado del santo que sangra cada seis meses, y también se vendían ataúdes de los clubes del norte de Italia y botellitas con lágrimas de Silvio Berlusconi. Los niños y los perros lucían pelucas de Maradona. Había una pelota bajo el pie de la estatua del dante y el tritón de la fuente vestía la camiseta azul del Nápoles. Hacía más de medio siglo que el equipo de la ciudad no ganaba un campeonato, ciudad condenada a las furias del Vesubio y a la derrota eterna en los campos de fútbol, y gracias a Maradona el sur oscuro había logrado, por fin, humillar al norte blanco que lo despreciaba. Copa tras copa, en los estadios italianos y europeos, el club Nápoles vencía, y cada gol era una profanación del orden establecido y una revancha contra la historia. En Milán odiaban al culpable de esta afrenta de los pobres salidos de su lugar, lo llamaban jamón con rulos. Y no sólo en Milán: en el Mundial del 90, la mayoría del público castigaba a Maradona con furiosas silbatinas cada vez que tocaba la pelota, y la derrota argentina ante Alemania fue celebrada como una victoria italiana.
Cuando Maradona dijo que quería irse de Nápoles, hubo quienes le echaron por la ventana muñecos de cera atravesados de alfileres. Prisionero de la ciudad que lo adoraba y de la camorra, la mafia dueña de la ciudad, él ya estaba jugando a contracorazón, a contrapié; y entonces, estalló el escándalo de la cocaína. Maradona se convirtió súbitamente en Maracoca, un delincuente que se había hecho pasar por héroe.
Más tarde, en Buenos Aires, la televisión transmitió el segundo ajuste de cuentas: detención en vivo y en directo, como si fuera un partido, para deleite de quienes disfrutaron el espectáculo del rey desnudo que la policía se llevaba preso.
«Es un enfermo», dijeron. Dijeron «Está acabado». El mesías convocado para redimir la maldición histórica de los italianos del sur había sido, también, el vengador de la derrota argentina en la guerra de las Malvinas, mediante un gol tramposo y otro gol fabuloso, que dejó a los ingleses girando como trompos durante algunos años; pero a la hora de la caída, el Pibe de Oro no fue más que un farsante pichicatero y putañero. Maradona había traicionado a los niños y había deshonrado al deporte. Lo dieron por muerto.
Pero el cadáver se levantó de un brinco. Cumplida la penitencia de la cocaína, Maradona fue el bombero de la selección argentina, que estaba quemando sus últimas posibilidades de llegar al Mundial 94. Gracias a Maradona, llegó. Y en el Mundial, Maradona estaba siendo otra vez, como en los viejos tiempos, el mejor de todos, cuando estalló el escándalo de la efedrina.
La máquina del poder se la tenía jurada. Él le cantaba las cuarenta, eso tiene su precio, el precio se cobra al contado y sin descuentos. Y el propio Maradona regaló la justificación, por su tendencia suicida a servirse en bandeja en boca de sus muchos enemigos y esa irresponsabilidad infantil que lo empuja a precipitarse en cuanta trampa se abre en su camino.
Los mismos periodistas que lo acosan con los micrófonos, le reprochan su arrogancia y sus rabietas, y lo acusan de hablar demasiado. No les falta razón; pero no es eso lo que no pueden perdonarle: en realidad, no les gusta lo que a veces dice. Este petizo respondón y calentón tiene la costumbre de lanzar golpes hacia arriba. En el 86 y en el 94, en México y en Estados Unidos, denunció a la omnipotente dictadura de la televisión, que estaba obligando a los jugadores a deslomarse al mediodía, achicharrándose al sol, y en mil y una ocasiones más, todo a lo largo de su accidentada carrera, Maradona ha dicho cosas que han sacudido el avispero. Él no ha sido el único jugador desobediente, pero ha sido su voz la que ha dado resonancia universal a las preguntas más insoportables: ¿Por qué no rigen en el fútbol las normas universales del derecho laboral? Si es normal que cualquier artista conozca las utilidades del show que ofrece, ¿por qué los jugadores no pueden conocer las cuentas secretas de la opulenta multinacional del fútbol? Havelange calla, ocupado en otros menesteres, y Joseph Blatter, burócrata de la FIFA que jamás ha pateado una pelota pero anda en limusinas de ocho metros y con chófer negro, se limita a comentar:
─El último astro argentino fue Di Stéfano.
Cuando Maradona fue, por fin, expulsado del mundial del 94, las canchas de fútbol perdieron a su rebelde más clamoroso. Y también perdieron a un jugador fantástico. Maradona es incontrolable cuando habla, pero mucho más cuando juega: no hay quien pueda prever las diabluras de este inventor de sorpresas, que jamás se repite y que disfruta desconcentrando a las computadoras. No es un jugador veloz, torito corto de piernas, pero lleva la pelota cosida al pie y tiene ojos en todo el cuerpo. Sus artes malabares encienden la cancha. Él puede resolver un partido disparando un tiro fulminante de espaldas al arco o sirviendo un pase imposible, a lo lejos, cuando está cercado por miles de piernas enemigas; y no hay quien lo pare cuando se lanza a gambetear rivales.
En el frígido fútbol de fin de siglo, que exige ganar y prohíbe gozar, este hombre es uno de los pocos que demuestra que la fantasía puede también ser eficaz.

"El Fútbol a Sol y Sombra"
Eduardo Galeano, Agosto de 1995.